El Parkinson es un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso. Las causas son desconocidas, pero probablemente influyan la combinación de los siguientes factores: la edad, la predisposición genética y algunos factores ambientales. Se caracteriza por la pérdida o degeneración de neuronas en la sustancia negra, lo que conlleva una disminución de dopamina.

Los síntomas se agravan con el tiempo. Entre ellos, se puede encontrar: temblor, rigidez muscular, hipersalivación, cambios de la temperatura corporal, ansiedad, depresión, problemas para tragar, problemas de articulación del habla…

Según la Asociación de Parkinson de Valencia “En 2040 el Parkinson superará el cáncer como enfermedad común (…)”

DIAGNÓSTICO

En las fases iniciales de la enfermedad el diagnóstico es más complejo, siendo más evidente según avanza la enfermedad debido a la aparición de síntomas clásicos.

La evolución del Parkinson, según Hoehn y Yahr, 1967, pasa por diferentes estadíos:

Los neurólogos/as experimentados/as son capaces de diagnosticar basándose simplemente en los síntomas del paciente, si este presenta lentitud de movimientos (bradicinesia) y, al menos, alguno de los siguientes síntomas: temblor de reposo, rigidez muscular o inestabilidad postural. Aunque siempre habrá que descartar que estos síntomas parkinsonianos no estén producidos por el efecto secundario de algún medicamento o por alguna otra enfermedad (tumor cerebral, encefalitis, lesiones vasculares, etc.)

A pesar de todos los avances de la neurología, hoy en día se desconocen las causas de la enfermedad de Parkinson, por lo que también se desconoce cómo prevenirla. Afecta tanto a hombres como a mujeres, y más del 70% de las personas diagnosticadas de Parkinson supera los 65 años de edad. Sin embargo, no es una enfermedad exclusivamente de personas de edad avanzada ya que el 30% de los diagnosticados es menor de 65 años.